1- El misionero no se jubila
Mientras pueda trabajar, no hay ningún problema. La intensidad de su trabajo será inferior, las visitas a las comunidades cristianas lejanas o el seguimiento de proyectos específicos será más reducido. Ciertamente que sus compañeros de misión jamás le pedirán que haga lo que ya no puede hacer y lo poco que haga será siempre bienvenido y muy agradecido. Hay misioneros ancianos que mantienen vivo este lema: «mientras pueda, yo trabajaré en la misión».
2- La experiencia es un grado
La presencia de un misionero anciano en una misión es una riqueza, porque el misionero o la misionera más jóvenes siempre le podrán pedir consejo. La experiencia es un grado que no se estudia en las universidades, sino que se adquiere con la vida y un misionero anciano es una persona muy experimentada por sus conocimientos humanos, sociales, cristianos y técnicos. Conoce muy bien a la gente con la que vive y muy posiblemente habla su lengua con toda normalidad.
3- Ayuda sanitaria
¿Y si un día el misionero se pone enfermo? Pues si es algo muy grave, será trasladado a su propia nación para recibir los cuidados sanitarios que le hagan falta o quizá podrá ser cuidado en algún hospital del lugar donde se encuentra.
La presencia de un misionero anciano en una misión es una riqueza, porque el misionero o la misionera más jóvenes siempre le podrán pedir consejo.
Hoy en día hay muchas capitales de naciones y ciudades grandes con estructuras sanitarias competentes. Pero en todo caso, el misionero merece ser tratado como cualquier persona cuando se pone enferma.
4- Dedidacará tiempo a la oración
¿Rezar es perder el tiempo? Pues no. Es muy bonito pensar que mientras los misioneros más jóvenes están haciendo un trabajo misionero directo, el misionero o la misionera ancianos se quedan en la misión rezando por ellos. La oración es una petición a Dios que nunca cae en «saco roto» y siempre es escuchada. Es tan importante el trabajo evangelizador en primera fila, como la oración sincera en el silencio de la capilla de la misión
o en la soledad de la habitación.
5- Estar con la gente
El misionero anciano dispone de mucho tiempo para estar con la gente de la misión. Serán muchos los niños, jóvenes y ancianos que le vendrán a visitar para hacerle compañía, para saludarle, para preguntarle
cosas, para escuchar consejos, para recordar cosas del pasado. Un misionero anciano es un tesoro para la misión y merece ser cuidado y respetado. Ellos han sido el fundamento de muchas comunidades cristianas y de muchas obras sociales, ahora se merecen que les digamos: ¡Gracias!