Con su dinero compramos la cámara de video profesional, los micrófonos y los ordenadores para los programas misioneros en la televisión católica de Kinshasa.
Vivía sola y nadie podía ayudarla, así que, a sus 78 años, se apuntó a un curso de informática para aprender a manejarse, se compró el primer y último ordenador de su vida y se anotó en un papel todos los pasos
que tenía que hacer para hablar conmigo. Jamás falló un solo lunes. Mis compañeros de comunidad ya sabían que a la hora del encuentro semanal con mi madre yo no estaba disponible.
Proyecto gafas
Mi madre fue también muy generosa con la misión, estirando su paga de jubilada para apoyarme en diferentes proyectos. Con su dinero compramos la cámara de vídeo profesional con la que iniciamos los programas
misioneros en la televisión católica de Kinshasa, además de los micrófonos y ordenadores de nuestro estudio de radio, en el centro de la revista
Afriquespoir. Pero recuerdo con especial cariño el «Proyecto
Gafas» que organizamos en mi parroquia de Isiro. Yo había observado la dificultad de los catequistas y cristianos de las comunidades para leer. Con frecuencia tenían un solo par de gafas, que se iban pasando de
unos a otros. Se lo comenté un día a madre, y ella enseguida me dijo: «ya te envío yo todas las gafas que necesites». Me llegaron tantas cajas de gafas que no solo los cristianos de mi parroquia se beneficiaron, sino
también muchos de los habitantes de Isiro.
Mi madre fue una mujer de fe que comprendió el valor y el sentido de la Misión. Estos días, recorriendo los objetos de su casa, encontré una biblia que yo le había regalado y que ahora he recuperado como recuerdo
suyo. Esta es la dedicatoria que le escribí:
«Calatayud, 15 de abril de 2002:
A mi querida madre en el día de su 70 cumpleaños. En agradecimiento por el maravilloso regalo de la fe que supo transmitirme con tanto amor».