Un hombre de Dios al servicio de La Paz
Texto: África González
Ilustración: Eduardo Bastos
Es el fundador —junto con el imam de la mezquita de Bangui, Oumar K. Layama y el pastor protestante Nicolás— de la Plataforma de Líderes Religiosos por la Paz en R. Centroafricana. Gracias a su intervención lograron frenar el baño de sangre que comenzó en este país en 2013. Solo con las armas de la palabra y la oración, se ha enfrentado a temibles combatientes. Hoy el arzobispado de Bangui, la capital centroafricana, cuenta con una red de más de 50 escuelas y 50 centros de salud, al servicio de la reconstrucción y no de la destrucción.

Su nombre, Dieudonné —«Dios nos lo da», en francés— y su apellido, Nzapalainga, —«solo Dios sabe» en sango— parece que marcaron su destino y su relación con el Creador, al que tanto su padre —católico—, como su madre —protestante— dirigían todas las mañanas sus oraciones para comenzar bien el día. Nadie imaginaba entonces que el pequeño Nzapalainga —criado en una sencilla familia de diez hijos en las periferias de Bangassou— llegaría a ser el cardenal con 49 años; presidente de la Conferencia Episcopal de Obispos del África Central y miembro de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Además de enseñarles a rezar, su padre daba mucha importancia a los estudios y el esfuerzo diario. Los domigos iba con su madre a la iglesia protestante, hasta que un día sintió curiosidad por saber cómo rezaban en la «misa católica de su padre» y asistió a una eucaristía. Él mismo cuenta cómo quedó fascinado. Después conoció al P. León, misionero espiritano holandés y párroco de la iglesia de S. Pedro Claver, en Bangassou. Un misionero blanco daba su vida y su tiempo por los centroafricanos, comía con ellos y se preocupaba por sus vidas. Nzapalainga quería ser como él. Pobre entre los pobres, y cercano entre «los favoritos de Dios».
Después de un tiempo en el extranjero, uando volvió a su país, las cosas estaban bastante revueltas. La violencia y la división entre algunos musulmanes (los seleka) y algunos cristianos y animistas (los anti-balaka) se fue extendiendo como la pólvora…
Nzapalainga, lejos de achantarse, comenzó a actuar para poner freno a tamaña locura. Contactó con otros líderes religiosos y crearon la Plataforma de Líderes Religiosos por la Paz. Su labor era reunirse con los combatientes y frenar la escalada de odio y violencia. Gracias a su valentía evitó la muerte de muchas personas. En una ocasión que había oído que los anti-balaka querían ir contra el imam le acogió, junto a su familia en el obispado durante cinco meses. Algunos cristianos no lo entendieron, cegados por la venganza y el resentimiento. Él está convencido de que Dios está con los pacíficos y con los mansos de corazón.