Los misioneros combonianos han hecho de la capilla de San Juan, en la periferia de Nairobi (Kenia), un espacio multiusos para todo y para todos; pero, sobre todo, para el desarrollo de los más jóvenes. Es un lugar para la oración, la formación, el deporte, la música o el estudio.
A los buenos lectores de AGUILUCHOS os sonará el slum de Korogocho, una barriada pobre de la capital de Kenia situada junto al gigantesco vertedero de basura de Dandora. Pues bien, este mes me gustaría seguir contándoos más cosas de Korogocho, en concreto de la capilla de San Juan, uno de los tres grandes centros de la parroquia comboniana de Kariobangi.
La capilla de San Juan fue creada como lugar de culto para los católicos que habitan en el slum de Korogocho, una función que sigue teniendo hoy en día. En este mismo espacio los combonianos abrieron, y hoy continúan gestionando, la escuela primaria de San Juan, donde estudian actualmente 450 niños y niñas de Korogocho. Pero hay mucho más…
En 1990, el misionero comboniano italiano P. Alex Zanotelli comenzó en Korogocho una experiencia de inserción. Quería vivir cerca de la gente y se estableció en una casita humilde del barrio, no muy lejos de la capilla de San Juan. Pronto se le unieron otros misioneros combonianos y juntos comenzaron a impulsar la evangelización y la promoción humana en el slum. Se dieron cuenta de la dureza de la vida en Korogocho, donde para sobrevivir la mayoría de la gente depende de la basura que consigue sacar del vertedero de Dandora, o de trabajos ocasionales no siempre bien remunerados. Además, los conflictos sociales y la violencia son habituales en un barrio tan masificado, donde conviven personas de etnias diversas.
Sociedad Deportiva San Juan
Korogocho no es precisamente un lugar agradable para vivir, por eso las personas que consiguen prosperar un poco, enseguida se van a vivir a otros lugares de Nairobi más saludables, lejos de los efluvios que llegan desde el enorme vertedero de basura de Dandora. Además, en todo el barrio no existe ni un solo parque público donde los jóvenes puedan reunirse para desarrollar actividades que los alejen del siempre amenazante peligro del alcohol y las drogas. Esto motivó al P. Daniele Moschetti, uno de los misioneros combonianos de la comunidad de inserción de Korogocho, a fundar en 2002 la Sociedad Deportiva San Juan. Tiene un cuidado campo de fútbol y una pista mixta para baloncesto y voleibol, que son hasta el día de hoy las únicas instalaciones deportivas —dignas de ese nombre— en todo el slum de Korogocho.
La iniciativa fue acogida con entusiasmo por los jóvenes, que pronto comenzaron a usar las instalaciones. En un edificio contiguo a los terrenos de juego se habilitaron salas para la práctica del boxeo, el kárate y el taekwondo. Poco a poco, se fueron organizando los horarios de uso de las instalaciones y se buscaron entrenadores en las distintas disciplinas para ayudar a los jóvenes en la práctica de su deporte favorito. De entre los muchos deportistas que han pasado por la Sociedad Deportiva San Juan desde que se fundó hace 20 años, destaca la boxeadora Elizabeth Akinyi, que ha conseguido triunfos deportivos internacionales y representó a Kenia en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Pero lo más importante de la sociedad deportiva es la labor social que realiza, porque al estar abierta a todos los chicos y chicas de Korogocho, con independencia de su pertenencia étnica, contribuye mucho a la integración social en un lugar donde existe una evidente división étnica, y en el que no han faltado los brotes de violencia en momentos de crisis social.
Ghetto Classic Music Programme
Si el deporte es importante, la música también es capaz de movilizar a los jóvenes. Los misioneros combonianos de Korogocho eran conscientes de ello y, por eso, participaron en la fundación de una orquesta de música clásica en el espacio de la capilla de San Juan. Para ello fue fundamental la colaboración con la música keniana Elisabeth Njoroge, una mujer convencida del poder de la música para cambiar las vidas de los niños y niñas más desfavorecidos, aumentando su autoestima y abriéndoles caminos de esperanza.
Los inicios fueron muy humildes. Elisabeth comenzó con apenas 14 chicos y chicas de Korogocho que aprendían gratuitamente a tocar instrumentos musicales prestados por el Conservatorio de Música de Kenia. Poco a poco fueron llegando nuevos alumnos y también las ayudas económicas, que permitieron adquirir instrumentos musicales propios y contratar a profesores de música especializados. Finalmente se consiguió formar una magnífica orquesta, la Ghetto Classic Music Programme, en la que a lo largo de los años han tocado miles de niños y niñas de Korogocho y de otros barrios desfavorecidos de Nairobi. Cuando el papa Francisco visitó Kenia en 2015, la orquesta tuvo el honor de tocar ante él y ante el presidente del país, Uhuru Kenyatta.
Biblioteca
Otra de las iniciativas de los combonianos de Korogocho fue la puesta en funcionamiento de una biblioteca con unos 300 puestos de lectura distribuidos en diversas salas. Es un espacio apreciado por los jóvenes porque no es fácil encontrar un lugar apropiado para el estudio en las barriadas de Korogocho, donde las casas son pequeñas y habitualmente ruidosas debido a las muchas personas que las habitan.
El responsable principal de la biblioteca, el keniano Philemon Kamic, me dijo que disponen de miles de volúmenes escolares para apoyar a los jóvenes estudiantes.
Metodología comboniana
Los combonianos siguen acompañando y colaborando desde la parroquia de Kariobangi, pero estos proyectos funcionan actualmente de manera totalmente autónoma, gracias al compromiso de la gente que los gestiona. Una vez más, la metodología pastoral comboniana de hacer a las personas protagonistas de su propio desarrollo está dando buenos frutos.
Texto y fotos: Quique Bayo