El abrazo de Dios

Me encanta el texto de la sección «Cate.. qué Catequesis» de este mes (pp. 40- 43) y he querido titular igual este «Hola amigos» La catequesis parte de la conocida parábola del Hijo Pródigo y del abrazo lleno de ternura que aquel pare dio a su hijo perdido y reencontrado. Ese abrazo es un gesto que le devuelve «la plena dignidad» y expresa sin palabras algo que el hijo había olvidado: el Amor incondicional de su padre por él.

P. Enrique Bayo

La catequista Matilde nos recuerda «que somos también «cuerpo y sensibilidad» y que además de oír hablar de Dios, necesitamos sentirlo. Jesús lo sabía, por eso se acercaba y abrazaba a los más necesitados que encontraba en su camino, curándolos para devolverles su salud y su dignidad. Los misioneros quieren hacer lo mismo.
El Hno. Juan Carlos Salgado es médico y trabaja de sol a sol junto a otras misioneras y personal sanitario en el hospital St. Michel de Dono-Manga,
en Chad (pp. 28-33). Su vida es don ofrecido por los más pobres, toca los cuerpos de los enfermos en sus exploraciones e intervenciones quirúrgicas para devolverles la salud, porque su mayor alegría «es ver que los pacientes vuelven a casa curados». Algo parecido ocurre con Milagros Sanz y sus compañeras del Instituto secular Vita et Pax (pp. 34-39), que desde hace más de cuatro décadas trabajan en el polo de desarrollo de Kabuga, en Ruanda, obra con amor a la que dedicamos nuestra portada. Muchas personas y organizaciones hacen posible el milagro de Kabuga, entre ellas la ONG católica de cooperación al desarrollo Manos Unidas, que este mes de febrero lanza su campaña anual bajo el lema «Frenar la desigualdad está en tus manos». Salgamos de esa «globalización de la indiferencia» de la que habla el papa Francisco (pp. 22-23) para poner nuestras manos al servicio de los otros y llenar el mundo de abrazos que acaben con la exclusión y la desigualdad.

P. Enrique Bayo

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