Obras son amores

Milagros Sanz ha dedicado su vida a mejorar la de miles de ruandeses en Kabuga, Ruanda. Pertenece al instituto secular de mujeres consagradas Vita et Pax. Hace unos meses, un equipo de la redacción de AGUILUCHOS visitó el Polo de Desarrollo de Kabuga (PDK), donde trabaja este Instituto desde 1977.

Nos recoge Venuste Nkundimana, mano derecha de Milagros Sanz. Ella ha pasado 56 años de vida en Ruanda, los últimos 30 años en Kabuga —a 30 km de Kigali—, un polo de desarrollo enclavado en un paisaje paradisíaco, en pleno corazón de África. 

Milagros es natural de Esparza de Galar, un pueblecito de Navarra de 321 habitantes. En el momento de nuestro viaje, Milagros está en España, para algunas revisiones médicas, pero nos ha dejado en buenas manos y en breve volverá a su querido Kabuga.

Una vez que dejamos atrás las periferias de Kigali, nos adentramos en la provincia de Kamonogyi, atravesamos el río más grande de Ruanda, el Nyarabongo, afluente del Nilo, mientras nuestra admiración por las verdeantes colinas va aumentando a medida que vamos subiendo de altitud. El paisaje es paradisíaco.

Milagros Sanz también nos cuenta que reciben un gran apoyo financiero de Manos Unidas, que además de haber construido dos grandes pozos para la recogida de agua, se ha encargado de ampliar las dependencias de la FP, con talleres de carpintería, albañilería, soldadura, electricidad, informática… que beneficia a 480 alumnos.

Un plato diario

Los 176 pequeños de la escuela infantil se quedan a comer todos los días, porque la gran mayoría llegan sin haber desayunado. Milagros nos comparte una anécdota: «Cuando nos visitaron las de Manos Unidas, les preguntaron: ¿qué es lo que más os gusta de la escuela? Y ellos contestaron con naturalidad y al unísono: ¡el arroz!». 

Dos viudas y sus nietos en la entrada de una de las casitas donadas

Establos y viveros

La primera parada es en la cooperativa ganadera. Vemos a unas cuantas vacas en un establo en el exterior, mientras cuatro mujeres les echan heno en sus comederos. La cooperativa ganadera, nos cuenta Venuste, está integrada por 48 mujeres, todas madres con varios hijos. «El objetivo es que cada miembro tenga una vaca en su casa, para que les dé leche y puedan mejorar la alimentación de su familia, además de tener compost para los campos. De momento se han distribuido 31 vacas. A largo plazo la idea es venderlas y sacar un dinero». 

Nos dirigimos después a la cooperativa agrícola. A la derecha, un gran depósito recoge el agua de lluvia para regar el huerto de manera sostenible. 

Nos acompaña Emmanuel Lyakaremye, un ingeniero agrónomo encargado de la formación en la cooperativa que nos muestra la elaboración del compost, usando los excrementos de vaca. Más adelante nos dirigimos al vivero. «Tenemos un proyecto agrícola para mejorar las plantaciones de bananeros; hemos mejorado las variedades existentes, que eran muy pequeñas». Nos muestra con orgullo algunos de los plantones de mangos y aguacates, a los que les hacen injertos para mejorar el tamaño y la calidad de sus nutrientes. En la cooperativa agrícola hay dos grupos: uno de adultos, formado por 49 mujeres y dos hombres; y otro formado por jóvenes, de 35 mujeres y 5 hombres. 

Una de las primeras cosas que nos enseña con orgullo Venuste son las viviendas que se están construyendo para ayudar a personas sin recursos. 

Viviendas

En total ya se han hecho 300 casitas para las familias más necesitadas. «Ha sido posible gracias a la generosidad de socios solidarios como Behar Bidasoa y Manos Unidas, pero, también a la colaboración de mucha gente de aquí, que aporta su trabajo. Porque lo que se ha construido en Kabuga es posible gracias a todos, en reciprocidad, con las manos de aquí y allí, cada uno dando lo mejor de sí mismo», asegura Milagros Sanz.
Le preguntamos a Venuste cuál es el criterio para la asignación de viviendas y nos asegura que hay un consejo parroquial que hace una valoración de las personas más necesitadas, «y se intenta ser justos». 

Centro de salud

En la entrada del pueblo existe un gran centro de salud, que depende del hospital central de Kigali. 

Además de consulta de atención primaria y de pediatría, enfermería y sala de curas, existe un centro nutricional desde donde se ofrece alimentación a 150 familias sin recursos; además se imparten talleres para mejorar la nutrición. 

Las enfermedades más comunes son la malaria, problemas gastrointestinales e infecciones pulmonares. Está comenzando a haber problemas de diabetes, nos cuenta la encargada, Esperance Mukgakwaya. Desde allí también gestionan que 660 personas tengan mutuas sanitarias para ser atentidas en centros de salud y hospitales de referencia. 

Muchas de las necesidades que han ido surgiendo en el centro de Salud son cubiertas por Medicus Mundi-Navarra, según nos cuenta Milagros Sanz. 

El ingeniero agrónomo Emmanuel Lyakaremye en el vivero de la cooperativa.

El P. José Ramón Aminárriz y Behar Bidasoa

El artífice del desarrollo de Kabuga fue el P. José Ramón Aminárriz. Natural de Irún (Guipúzcoa), con él comenzó a colaborar Milagros Sanz poco después de su llegada en 1977. Al P. José Ramón se le unieron los amigos del misionero en Irún, de su pandilla de joven, que poco después constituyeron Behar Bidasoa. «Él  se encargaba de una parroquia a nueve kilómetros de Kabuga, al que solo se podía acceder con tres troncos sobre el río. El primer proyecto fue construir un puente de hierro», recuerda Agustín Ugarte, presidente de Behar Bidasoa. «La misión de esta ONG es restituir a los pueblos del Sur lo que les hemos robado por una injusta redistribución de la riqueza», afirma Agustín, que a sus 91 años es misionero en la retaguardia. En mayo de 2021 recibió el Premio Agustín Ugarte a la Cooperación Internacional de la Diputación de Guipúzcoa.

Apoyo a los estudios

Hoy Behar Bidasoa financia becas universitarias a 78 jóvenes, mantiene la alimentación del comedor social de la escuela infantil; financia un programa de asistencia a 70 familias necesitadas; colabora con las escuelas, en donde hay más de 1.100 alumnos; y mantiene 150 becados de los 400 estudiantes internos que cursan Formación Profesional. 

Lleno total

El P. José Ramón falleció el 13 de mayo de 2002 en un accidente de coche. Pero su vida no fue en vano. 

El 13 de mayo de 2022, se celebró en Kabuga una eucaristía en su memoria. Milagros narra cómo lo vivieron allí: «Él sigue vivo entre nosotros. La parroquia que él construyó no podía dar cabida a todas las personas que vinieron. Aunque no todos lo conocieron personalmente gozan en la actualidad de esa semilla que él sembró. La presencia de todos ellos habla de los frutos que esa semilla ha producido durante estos 20 años sin él. Nunca habíamos visto la iglesia tan llena. El pueblo sencillo de Kabuga nunca podrá olvidar la vida entregada del P. José Ramón, que les ayudó a salir del aislamiento y abandono en el que se encontraban». 

El director de la escuela profesional que presidió la misa, hizo un recorrido por los 26 años del P. José Ramón por Kabuga. «La lectura de Santiago, hablaba de que una fe sin obras está muerta», recuerda Milagros Sanz. 

También lo dice el sabio refranero español: «Obras son amores y no buenas razones». 

Texto: África González Gómez
Fotos: Carla Fibla-García Sala

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