La voz de los ogonis
Texto: África González
Ilustración: Eduardo Bastos
Escritor, periodista, productor televisivo y activista medioambiental, Saro Wiwa puso voz a los afectados por la explotación petrolífera en el Delta del Níger dando a conocer los irreversibles daños que esta actividad causa en las tierras y los ríos de la región ogoni, aún hoy uno de los diez lugares del mundo más contaminados. Encarcelado por el brutal régimen del general Sani Abacha, fue ejecutado el 9 de noviembre de 1995, junto con otros ocho ogonis. Más de 25 años después es aún un referente en la lucha por los derechos de los pueblos y el cuidado del medio ambiente.
Nació en 1941 en Bori, un pueblo del estado dede Rivers, en el Delta del Níger, al sudeste de Nigeria. Con unas notas brillantes en Literatura e Inglés, obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Ibadán, donde después daría clases. En 1970 trabajó como comisiario regional de Educación en Rivers. Fue despedido tres años después por su apoyo a la causa ogoni. Amante de la literatura y la escritura, se dedicó al periodismo y produjo exitosas series de televisión. En 1990 participó en el MOSOP —Movimiento para la Supervivencia del Pueblo Ogoni— cuya demanda incluía una mayor autonomía del pueblo ogoni y recibir una parte proporcionada de los ingresos que se obtenían por la extracción de petróleo en sus tierras. Primero como portavoz, y luego como presidente, grabó, documentó y denunció cómo las actividades de extracción de petróleo por parte de las multinacionales producían daños irreparables en la salud de las personas, debido a los vertidos y derrames, contaminando también aguas y tierras. Los escapes de crudo provocaban incendios no controlados, grandes columnas de humo tóxico y enfermedades en la población. También acusó al régimen de Nigeria de connivencia con las compañías, sobre todo con la anglo-holandesa Shell, que en aquella época extraía de la región casi un millón de barriles diarios.
Saro Wiwa recibió el Premio Right Livelihood, cuyo jurado destacó «su valentía ejemplar en la lucha no violenta por los derechos civiles, económicos y medioambientales» y el Premio Goldman para el Medio Ambiente. Sin embargo, la represión del régimen de Abacha no paró. Un año antes de ser condenado a la horca, los militares habían asaltado varios pueblos ogonis, matado a 40 personas, torturado a más de 150 y detenido sin cargos a unas 600. El régimen le acusó de matar a varios jefes ogonis. Después se supo que algunos de los testigos habían sido sobornados. Dicen testigos de la barbarie que sus últimas palabras fueron: «Señor, acoge mi alma, la lucha continúa».
Una oleada de indignación se extendió por todo el mundo. Nigeria recibió una condena por parte de Naciones Unidas, la Unión Europea lo calificó de «acto cruel e insensible» y Estados Unidos impuso un embargo de armas a Nigeria. Mientras, la Sudáfrica de Nelson Mandela lideraba la propuesta de suspender a Nigeria de la Commonwealth. Y así sucedió.
La revista New African de enero 1996 publicó un artículo con el título: «Ken Saro Wiwa, no te olvidamos» donde afirmaba: «la condena y la presión mundial no ha hecho más que empezar. Costó cinco décadas acabar con el apartheid. Pero una vez que la conciencia del mundo se despierta, no hay quien la pare».
Un cuarto de siglo después, en agosto de 2021, el Tribunal Superior de Abuya exigió a la Shell el pago de 110 millones de dólares como compensación al pueblo ogoni. Un año antes, la Shell ya se había comprometido a pagar 84 millones de dólares por los derrames de petróleo originados en la región en 2008 y 2009, y también se comprometió a limpiar el río Bogo. Y los juicios continúan.